“La literatura no trabaja con la verdad, sino con lo
verosímil; es decir con aquello que podría ser verdad, que parece ser verdad
aunque no lo sea.”
El argumento precario y el
recurso ingenuo
Kepa Uriberri
«Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues
fue detenido una mañana sin haber hecho nada malo». Esta frase, que inicia El
Proceso de Franz Kafka, tiene tres sentencias que construyen una aseveración
lógica impecable y engañosa, como toda la lógica formal. Esta rara
característica de esta disciplina matemática confunde a muchos de quienes se
dedican a las letras, quienes terminan creyendo que la lógica semántica y la
matemática son productos de la mente humana alejados uno del otro, y no es así.
Hay dos antecedentes en la frase de Kafka: El primero asevera que Josef K fue
detenido y el segundo asegura que no había hecho nada malo. Un lector literario
dará por ciertas ambas sentencias. No tiene motivos para pensar que no lo son y
por lo tanto, aceptará la consecuencia propuesta como cierta: Alguien calumnió
a K. Sin embargo, el análisis lógico, que el lector literario suele no hacer,
concluye que sólo si Josef K fue detenido y no había hecho nada malo, entonces
es cierto que alguien lo ha calumniado. En cambio, en el evento que K no
estuviera detenido, se concluye que no ha sido calumniado. Pero K. podría estar
detenido y haber hecho algo malo, entonces sería falso que ha sido calumniado.
Visto a la rápida, hacer este análisis parece absurdo. Pero si se le mira con
calma, se ve que los tres elementos juegan entre ellos sin ninguna libertad,
sino atados por la sentencia lógica, de modo que la calumnia sólo depende de la
maldad y la detención. Para el universo de la lógica sería idéntico si dijera
"Hubo una conspiración, pues Josef K fue detenido una mañana sin haber
hecho nada malo". También sería equivalente a esta otra: "La noche
fue muy oscura, pues Josef K amaneció con dolor de cabeza, sin haber bebido una
gota de alcohol" y por último, también es la misma construcción lógica
que: "Alguien tenía que haber calumniado a Josef K, pues amaneció con
dolor de cabeza, sin haber bebido una gota de alcohol". No voy a aburrir
más, reduciendo la sentencia a una fórmula de lógica matemática, porque me
interesa llegar a lo literario. Sólo quiero hacer notar que hay, en esto, una
cuestión lógica que se quiera o no, está presente. Ahora giro a lo semántico:
La frase tiene una trampa formal, de la que la lógica no se hace cargo. Josef K
puede no haber hecho nada malo y haber sido detenido, por ejemplo, por motivos
políticos. También podría haber hecho algo malo sin que el lector lo sepa, o
incluso podría ser mentira que ha sido detenido y tratarse de una broma. Es
decir, la frase, semánticamente, es sólo una propuesta, pero cada sentencia que
la compone debe ser considerada cierta, cuestión que no ocurre en la lógica
matemática, para que adquiera un significado. Como argumento, la frase de
Kafka, es precaria bajo el punto de vista de la semántica. Los antecedentes no
son suficientes para acusar a alguien de haber calumniado a K. No obstante, la
fuerza dramática del argumento empuja al lector a aceptar la aseveración. Al
suceder este fenómeno, semántico, el lenguaje literario, que no el lógico
matemático, se acerca a la música. Es aquí, en esta precariedad, donde la
literatura se hace arte cuando este recurso lleno de libertades es manejado con
talento por el autor.
La literatura no trabaja con la verdad, sino con lo
verosímil; es decir con aquello que podría ser verdad, que parece ser verdad
aunque no lo sea. Me atrevo a decir que esto es cierto en todos los géneros.
Incluso el ensayo es apenas una propuesta, es como una sospecha de una verdad
que quizás llegue a ser acogida por otras disciplinas. El escritor, ensayista,
poeta o narrador, utiliza como principal recurso el engaño amable, por llamarlo
de algún modo, para formar su creación. En este sentido casi podría decir que
el mago y el escritor son metáforas uno de otro. Un movimiento preciso de la
mano del mago, es un recurso que convierte una paloma en un pañuelo y un bastón
en una flor. El escritor hace algo similar con la palabra: «Alguien tenía que
haber calumniado a Josef K, pues fue detenido una mañana sin haber hecho nada
malo». Esta frase, que es un argumento idiota equivalente a tantos como él, que
escuchamos a diario en tertulias, conversaciones, en televisión, en discursos
políticos, en disculpas deportivas y más, construida por Franz Kafka, se convierte
en una síntesis genial, que representa todo el desarrollo de una novela
maravillosa como es El Proceso. Esta novela comienza con dicha frase, que en
algo menos de una línea de texto define a K. como un acusado injusto, establece
que no ha hecho nada malo, pero lo sumerge en un proceso judicial por el cual
se le ha detenido. Sin decirlo, impone un enemigo oculto que calumnió al
protagonista; sin que parezca intentarlo, nos pone del lado de Josef K y
asegura que no ha hecho nada malo. Más aun, como estructura literaria, plantea
de inmediato el drama que se desarrollará en trescientas páginas. ¡Qué uso tan
maravilloso de un recurso tan sencillo y a la mano como el argumento idiota!.
Lo llamo argumento idiota porque siendo una proposición, su antecedente no sustenta
la consecuencia, sin embargo resulta aceptable y establece una conclusión que
se asume solventada: La calumnia sustenta la detención y además confirma, al
ser una calumnia, que el acusado no ha hecho nada malo. El equilibrio lógico
precario, es suficiente en el argumento idiota.
En una tertulia que compartí, hace unos días, alguien
decía a otro que escribe: "Tú pareces escribir con las tripas, con las
entrañas, se siente tan profunda tu escritura que a ratos es casi autista; pero
por desgracia, de repente, a veces, la ensucias con diálogos y opiniones
contingentes que son hasta pueriles". En el largo tiempo que leo con
seriedad y análisis, como método de aprendizaje, he dado infinidad de vueltas
en torno a estos conceptos. Suelo ramonear en cuentos y novelas analizando
diálogos, a veces tan sesudos y densos como los de Setembrini y Nafta en Thomas
Mann y en otras tan sencillos y tiernos como los de Dostoievski en El Ladrón
honrado. Este relato se va hilvanando sobre argumentos precarios y diálogos ingenuos.
Va penetrando con ellos en lo profundo del alma del pobre Yamelia, en torno al
robo pueril de unas calzas que este borrachito inútil y perdido comete por
necesidad. Desbrozando el cuento, no hay un solo momento en que Dostoievski
proponga una reflexión profunda, o que una frase tenga un sentido sentencioso.
Toda la estructura es livianita, ingenua, sutil, pero penetra hasta lo más
hondo como si fuera una afilada hoja de afeitar. La ingenuidad también es un
recurso precario y como el argumento precario utilizado con talento, es una
herramienta poderosa. Si alguien tiene dudas de esto, que se haga de un buen
tomo de cuentos de Chejov, pero no lo lea como obras de Chejov, sino como
material de estudio: Cuanta fuerza hay en "Ionich", por ejemplo, un
relato precario sobre situaciones tan cotidianas, que demuestra que el arte no
está en la pirotecnia, en lo raro, en lo difícil, sino, muchas veces, o casi
siempre, en la mirada aguda de lo cotidiano.
Kepa
Uriberri
Editamos, publicamos y promovemos tu libro.
Visítanos: http://editorialatreyo.yolasite.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Haga aquí su comentario.