…Ya está
sucediendo un temblor más, porque es un discurso que no lo van a pronunciar los
otros, solo él, el peligro para México, el mesías tropical, el soñador, el
insistente. Su palabra es otro movimiento telúrico que cimbra no sólo a los de
la plaza, sino también a los descendientes de la pirámide que tiene allá al
fondo, la de la iglesia en su
punta…
Crónica
desde la región política
López Obrador bajo la pirámide
Imágenes del autor
Por Manuel Murrieta Saldívar
CIUDAD DE MÉXICO. - Una fuerte tormenta echó
a perder la feria del libro en Puerto Rico, canceló mi avión a San Juan lo que
a su vez produjo cambiar ese boleto hacia la ciudad de México para una
inmersión total en la región política…así se empezaron a confabular las
circunstancias. Habían ya iniciado las campañas presidenciales, se acercaba una
nueva vacación primaveral y se acumulaban las ganas de escapar del mundillo
académico. El escenario, así, se estaba completando. En verdad me sentía como
león enjaulado atestiguando desde lejos, sin ningún sabor ni encanto, el
revuelo de “la grilla”, sobre todo cuando revisaba correos electrónicos y las redes
sociales saturadas de noticias y debates, perfiles de los aspirantes, posturas apasionadas,
fotomontajes. La prensa electrónica y las televisoras también hacían lo suyo revelando
encuestas, las pifias y aciertos de los aspirantes, sus giras hacia los
confines de la patria. Todo eso consumía mi curiosidad de irrenunciable
cronista pero también, nostalgia por lo mío, seducía a la conciencia ciudadana
y a la preocupación por lo que le estaban haciendo al país.
Entonces, desde mi aposento en California,
noté que los envíos del PRD al “Hotmail” contenían los datos de los jefes de
prensa. Por no dejar pasar, me atreví a llamarles identificándome como
periodista y estudioso de lo mexicano en USA y, para mi sorpresa, no solo confirmaron
que podría asistir a las conferencias del candidato Andrés Manuel López Obrador,
sino integrarme a alguna de las giras. También enviaron, sintiéndome
privilegiado, su agenda de actividades de las siguientes tres o cuatro semanas.
Era lo único que necesitaba para armar el itinerario. Y no esperé, esa noche la
aerolínea confirmó que podía traspasar el boleto sin mayor problema, escogí fechas
y marqué lugares por donde se movería el candidato durante mi estancia. ¿Por
qué Obrador?... bueno, para nadie es un secreto que suelo simpatizar con los soñadores,
con las utopías que procuran transformar nuestras contrastantes realidades sociales.
El mismo Obrador hasta me parecía moderado, dado su origen y trayectoria. Nada
que ver con el Che, Lucio Cabañas, ya ni se diga Evo Morales. Sin embargo, era
el más cercano a esos ideales de sociedades más justas, el que durante años
seguía prometiendo cambios en beneficio de esos seres empobrecidos, olvidados,
que impactado descubrí en mis inicios de periodista por las periferias de
cualquier ciudad. Y ahora los veía sufrir en casinos y guarderías incendiadas,
surgiendo en narco fosas, tirados sus cadáveres sobre calles transitadas o emigrando
desesperados por un plato de proteínas, y como última opción, hacia la
pesadilla norteamericana. Puedo jactarme entonces ser uno de esos reporteros que
en lugar de unirse siempre a las giras de los candidatos en avionetas, cubría
mejor, en autobuses del servicio público, a los que postulaban idealismos en
poblados de casas de cartón y calles sin pavimento. Eran aspirantes a alcaldes o
diputados de partidos que ya no existen porque perdieron sus registros. Además,
y ya como ciudadano, creo tener el récord de votar por quienes jamás ganaron un
puesto de tan “radicales” para su momento histórico. Alguna vez, solo como
ejemplo, hasta voté por doña Rosario Ibarra de Piedra y su plantilla del PRT,
que no PRD…Sociedades utópicas y candidatos incómodos, ya se imaginarán
entonces el rumbo que tomaría mi viaje…
Cerveza artesanal antes
de visitar al candidato
Llegar a la ciudad de México un fin de
semana es aun más peligroso porque se supone que te vas a preparar para la
actividad de los días venideros pero, sin remedio, eres víctima de la infinita oferta
cultural y de la bohemia. No obstante, pude notar que la agenda de Obrador era
complicada y riesgosa para un fuereño y, sobre todo, para quien sufre el
bombardeo de los medios en el extranjero que proyectan un país regado de
cabezas cercenadas, de sicarios acribillando a más no poder, del narcomenudeo
buscando el control calle por calle. Recuerdo la cara de un colega californiano
antes de partir: “¿de verdad vas a México? Cuídate mucho, ya ves cómo está la
cosa, ya varias universidades han prohibido los viajes hacia allá”. Sus palabras
eran un lugar común, pero lo que conmovió fue su mirada, como indicando, “pobre,
se va directo al matadero y por voluntad propia”. Descarté entonces alejarme
demasiado del DF y eliminé las giras a Zacatecas, Durango o Coahuila, territorio
Z o cártel de Sinaloa, o viceversa. Podría entonces ser el miércoles o el
viernes, ya que se trasladaría a Tlaxcala, Puebla o Estado de México, todo a menos
de dos horas en autobús y sin representar, suponía, tanto peligro en el mapa de
la criminalidad. El fin de semana, por supuesto, también sirvió para instalarme,
preparar mis instrumentos de trabajo y “fresear por la Roma”, la Condesa, la
Juárez y el centro histórico. Entre parientes, amigos de ocasión o en solitario,
surgía una cerveza artesanal aquí, un churrasco argentino allá, un chocolate
picante en el Cielito Querido, unos tacos al pastor en la reactivada Zona Rosa.
Vaya, hasta me convertí gustoso en el típico provinciano que visita el zócalo
por enésima vez como si fuera la primera y me hice el intelectual en Bellas Artes
con las gordas de Botero. Sin embargo, como nunca había sucedido, no estaba
ansioso por seguir recorriendo la infinita urbe, sino por integrarme a la
acción política, reminiscencia de mi pasado reporteril, sobre todo para estar
en contacto con la gente, los votantes, mis paisanos, mis semejantes en calles,
plazas, zócalos…observar eso que no veía en los medios al concentrarse más en los
protagonistas y en los escenarios de altura.
Ya saciado, el lunes acudí a la casa de
campaña del “Peje” a presentar una carta formal, el gafete de prensa, tarjetas
de presentación, dar la cara, para ser considerado. Para mi felicidad, recibí
la acreditación aclarándome que, dada la escasez de presupuesto, cada medio se
hacía cargo de los gastos de logística. Los jefes de comunicación social fueron
contundentes al confirmar que no contaban con transportación terrestre o aérea
para la prensa. Por no dejar pasar, insistí, “¿no habrá manera de incluirme?”, pero
fue inútil. “Cada día tenemos que desalojar personas, no hay cupo, lo sentimos”.
Era verdad: mientras los otros candidatos utilizaban jets privados, helicópteros,
cómodos autobuses donde se incluía a la prensa, en las giras de Obrador cada
medio se las arreglaba como podía, si es que les interesaba cubrir las actividades
del temido izquierdista. No había duda, en el fondo, con cierto orgullo y sintiéndome
más útil, consideré que mis escritos podrían ayudar a promover al perredista,
por lo menos entre mis lectores californianos, ¡equilibrar esa desventaja mediática!...
iluso de mí, así, igual que los candidatos que uno apoya. Pero la realidad era tentadora:
estaba en el DF, había recibido la acreditación y podría atestiguar en directo
el paraíso que antes solo era visto parcialmente en las pantallas…
¿Le haría una pregunta
a Andrés Manuel?
Cubrir entonces a Obrador, significó un sacrificio
que estaba dispuesto a pagar, como ya lo había hecho antes con otros soñadores de
bajo presupuesto. Y desde el principio, porque había que levantarse a las cinco
de la mañana para llegar a la cotidiana conferencia de las 7 AM, café callejero
en mano. Entonces vi lo inconcebible: a pesar de la confabulación real o
ficticia contra Obrador, había una cola inmensa de “chicos de la prensa”, como
si fuese una función de cine o un espectáculo para presenciar un ídolo de culto.
Iniciaba frente al portón trasero, recorría toda la pared sobre la calle San
Luis Potosí, hasta la puerta principal de entrada. Ya estaban acostumbrados
porque apenas unos murmullos o monosílabos salían de sus bocas tal y como
cuando se hace un trabajo de rutina. Quizá lo único nuevo era yo, pero nadie me
lo hacía saber ocupados en sus charlas de colegas o ajustando sus equipos. Así que
sin preguntar me coloqué al final con mi gafete y mis instrumentos de trabajo,
tan solo interrumpido a veces por otros no acreditados o estudiantes de
periodismo queriendo entrar como asistentes nuestros. Alrededor de las 6:30 AM,
se escuchó la apertura del portón, capté unos movimientos y pasos al frente, era
entrar ya al epicentro de la acción, de donde todo surgía. Si uno no era
identificado por los coordinadores, exigían el gafete…en fracciones de segundo mostré
el mío, di dos o tres zancadas hacia adentro, jalado por la curiosidad y la
búsqueda del mejor espacio para este plato fuerte: presenciar la salida de López
Obrador rumbo al podio, ese que tiene a Benito Juárez detrás y la bandera
mexicana a un lado. Ya estaban encendidos unos reflectores apuntando hacia ahí,
pero sus destellos diluían también las últimas señales de la madrugada que
penetraba, para mi sorpresa, sobre nuestras cabezas; y es que se trataba de un
patio al aire libre por cuyas paredes se asomaban ramas, enredaderas y quizá cables
de las residencias contiguas. No se trataba, pues, de un auditorio o una sala
formal de conferencias, como era mi creencia. Cuando salió el perredista, a
solo unos seis o siete metros frente a mí, surgió la lluvia de flashazos, en
serie, intensos, y la creación del ambiente después del “¡buenos días, cómo
están, ánimoooo!”, entre su sonrisa y las de los más regulares de la prensa. La
adrenalina estaba al tope porque era la primera vez que lo observaba en carne
propia, confirmando que en verdad era un personaje carismático que no solo seducía
a millones de mexicanos, sino también al exigente grupillo de los comunicadores.
Más bien a los trabajadores, esos que se mueven en el campo de batalla,
camarógrafos, fotógrafos, técnicos, reporteros que lo arropaban aparatosamente.
Y fue a lo suyo: entre la excitación y en ese círculo íntimo, se explayaba gustoso
para cumplir, lo noté, la primera parte de la conferencia: un monólogo en el
que lanza su discurso o un decálogo sobre algún tema nacional, en este caso el
de la seguridad, la lucha contra el crimen organizado, resumiéndolo con ternura:
“¡abrazos, no balazos!”, o con sabiduría, “¡no fuerza, sino inteligencia!”.
(Horas después se convertirían en slogans y en posters instantáneos en la magia
de las redes sociales).
Sin embargo, capté que, en realidad, la
prensa esperaba ansiosa la segunda parte de la sesión porque se convertía en un
festín, un espectáculo, una cátedra de periodismo, un show sabroso pero
enriquecedor. Por ejemplo, discutió sobre el papel de los medios y sus
intereses: “Ustedes hacen muy bien su trabajo, el problema es con los ‘chipocludos’,
desde el jefe de redacción para arriba, ahí empieza el corte y confección”, en
referencia a la censura, ninguneo o tergiversación que le aplican los grandes
medios para favorecer a los otros contrincantes de más recursos y mensajes
moderados. Así, envalentonados y contagiados, lo azuzábamos, “¡ahora sí, vamos,
vamos!”—se rompía el monólogo para proceder a las preguntas. Era curioso, no provenían
en tropel, no había tumultos, voces entrecruzadas o empujones. Era una
participación calmada, ordenada, aunque no necesariamente programada, parecían ya
estar acostumbrados y se auto-organizaban. Si en la primera parte llevaban
prioridad las cámaras, en la segunda, reporteros hasta atrás, bajo la lona que
techa la casa, éramos los que ahora teníamos el protagonismo. Que si por qué las
encuestas lo seguían ubicando en tercer puesto, que si se rodeaba de asesores
izquierdistas sudamericanos, que si Calderón apoyaba algún capo. Vaya, hasta yo,
que venía desde tan lejos y no era del pull citadino, recibí mis quince
segundos de fama. Después de dos intentos, logró observarme y me indicó con la
barbilla, “adelante con tu pregunta”. Y la hice, dándome turno entre la
agresiva y competitiva prensa del DF, tocado pues por su carisma y atención. Una
pregunta clave y listo, tan solo para sentir participar— ¿qué le sugerirá a
USA, el principal consumidor de drogas en el mundo, en la lucha de usted contra
el crimen organizado? Y responde al vuelo, primero mirándome a los ojos y
después para todos—“vamos a
persuadir a las autoridades de Estados Unidos que no es con medidas coercitivas
como se resolverán los problemas de seguridad y violencia, tiene que haber
cooperación”.
…. Y así continuó, sin dejar a nadie con
la pregunta en la boca, todos saciados… pero en el trajín, para quizá confirmar
su simpatía, nos retaba. “La mejor encuesta es la de la calle, las que hacen
los ciudadanos, por ejemplo, pregunten a sus amigos, a sus parientes, es más, sé
que votarían por mí si hacemos aquí con ustedes una encuesta a la salida”…. Lo
que se apreciaría como engreimiento, exceso de seguridad, no resultó así,
porque lo proponía con humor, convencido de su influencia, admirado por su atrevimiento
a enfrentarse a los “poderes fácticos”, al sistema mediático con sus
encuestadoras. El resultado fue que la gran mayoría nos echamos a reír, sabíamos
que era verdad, claro, muchos votaríamos por él, y no solo en esa encuesta,
sino en la verdadera del 1ro de julio, sin importar lo que pensaran los jefes
de redacción, los directores de noticias, los de arriba que aplican el “corte y
confección”. Y algunos, incluso, votarían por Obrador no tanto por sus posturas,
sino más bien por esa personalidad que estábamos presenciando, la de un señor
simpaticón, un bato alivianado, burlándose del régimen con tacto y elegancia, accesible,
dicharachero, vaya, hasta podía ser tu cuate. Y así como entró, intempestivo, así
desapareció con un saludo de mano levantada, dejándonos a todos ahí, esperando
más, sin nadie retirarse en estampida, a pesar de que no existiera en ese patio
una salita de prensa, unas mínimas condiciones para conectar laptops o acceso a
internet de banda ancha. No escritorios, no cubículos, no infraestructura, ni alfombras,
ni edecanes, ni boletines de prensa, no fotocopiadoras, nada para empezar a
redactar, editar o transmitir…solo una cafetera de medio uso produciendo un
café sin mucho sabor, pero suficiente para recargar, o mantener, la algarabía
con la que muchos salimos lentamente queriendo quizá alargar la convivencia…
Temblores y
salvamentos en Cholula
Mi celular registró varios mensajes de
texto y tres o cuatro llamadas perdidas provenientes desde el DF. Tanta
insistencia siempre resulta extraña. Al regresar las llamadas, me preguntan desesperados
que si cómo estoy ese 11 de abril pasadas de las 6 PM. Pero apenas escucho…los altoparlantes
de la Plaza Concordia de Cholula, Puebla, anuncian ya la llegada de Obrador. “¡Agárrese—me
advirtieron—acaba de temblar en el DF y a la mejor le toca una replica por ahí!”
Instintivamente respondo que no, que nada se siente, que el único temblor es la
entrada, partiendo plaza frente a los arcos del zócalo, del candidato perredista.
Corto la llamada y me dirijo a la valla, marcada apenas con un cordoncito
naranja, en donde ya se le acercan como marabunta, sin guardaespaldas aparente,
señoras que buscan un beso, jóvenes que pretenden autógrafos, niños que muestran
asombro y campesinos ancianos tocándole los brazos…una crónica en inglés diría
que es la llegada de un ‘rock star”, yo interpreto que es un político hábil que
sabe qué decir y cómo comportarse con las mayorías marginadas; y se muestra peligrosamente
accesible, codo a codo, bajo el fácil contagio de miles de desconocidos y de los
disparos de las cámaras convencionales y las de celulares. Y ahora se dirige sin
prisas hacia el templete entre unos quince mil poblanos que lo siguen ovacionando,
“¡Obrador Presidente! ¡Es un honor estar con Obrador!”, mientras las enormes
bocinas cesan de reproducir los últimos slogans que causan incomodidad a
monopolio mediático: “¡Si es que
el pueblo se organiza, no nos gana Televisa!”... al mismo tiempo, hago
conciencia de que no experimento el movimiento telúrico, pero sí éste, el que
provoca Obrador…venir aquí, a su mitin, me he salvado entonces de llevarme un
susto pavoroso porque hubiera sido la primera vez de sufrir un temblor de más
de 5 grados y en un octavo piso del DF….
Pero luego
noto que yo no soy el único. Otro que se ha salvado es un arrugado Manuel Bartlett, se ha salvado de un linchamiento
colectivo. Al momento de presentar
a López Obrador, no solo recibe la rechifla, sino las exigencias de que baje
del templete— ¡Fuera Bartlett! , ¡Bájenlo!— le recuerdan su pasado en la
cúpula del PRI-gobierno, autor de corruptelas, de negociaciones antidemocráticas
y de su clásica “caída del sistema” que propició un fraude electoral a la
izquierda de los ochentas… la gente no lo olvida. La protesta va in crescendo,
pero Bartlett, haciendo como puede su trabajo, logra terminar la presentación y
disminuye el vendaval. No entiendo mucho de alquimias electorales, de negociaciones
que resucitan “dinosaurios” y los colocan como compañeros de fórmula. Lo que impresiona,
es cómo Andrés Manuel entra al salvamento, en directo, consciente y con
urgencia. Lo que parece un error, una intervención mal planeada, que podría
hacer del mitin un desastre, lo aprovecha para iniciar e improvisar su discurso.
Al momento de tomar el micrófono, la audiencia no solo se calma, sino que ahora
piden silencio, exigen bajar las banderas y pancartas, para verlo y escucharlo sin
interferencias. Ya va hablar y todo es expectante. Empieza su retórica
aprovechando el incidente, Obrador, el orador obrando, el que obra el milagro
para Bartlett al explicar al gentío que se debe comprender que los personas
cambian, que uno descubre haber vivido en el error, que hay que corregir y que,
amoroso y perdonando, se llega el momento de rectificar el rumbo, de encontrar
el camino hacia el cambio verdadero. Bartlett así apenas es salvado porque el público,
noble, acepta tenuemente la justificación, sabe que es el preámbulo del discurso
principal, el esperado, a lo que todo mundo viene. Presienten que se acerca la descarga,
el desfogue, la catarsis colectiva porque queremos escuchar el mensaje alternativo,
el diferente, ese que cuestiona a las oligarquías, a los 82 años del PRI-AN. Que
se calle y se siente Bartlett, queremos saber de los fracasos de los gobiernos
anteriores, el mensaje del milagro que puede colocar a México mejor que Brasil como
ejemplo de desarrollo y beneficio social…
Ya está sucediendo un temblor más, un
nuevo salvamento porque es un discurso que no lo van a pronunciar los otros, solo
él, el peligro para México, el mesías tropical, el soñador, el insistente. Su
palabra es otro movimiento telúrico que cimbra no solo a los de la plaza, sino
también a los descendientes de la pirámide que tiene allá al fondo, la de la iglesia en su punta, porque Obrador
continúa, precisamente, reconociendo el inmenso legado cultural prehispánico. Y
los indígenas, aquí alrededor mío, serán también los beneficiados, rescatando su
cultura, ofrecerles apoyos, pensiones, recuperación del campo y del maíz. Y de
ahí prosigue, resistiendo de pie, único orador, un discurso de más de una hora
en el cual él mismo tiene que cortar, pero le gritan, “¡sígale, sígale!”. Y cómo
no, con mensajes como éste: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre, no
puede haber funcionarios ganando 600 mil pesos mensuales; todo se lo reparten
allá arriba para salvar a banqueros y mantener gobernantes corruptos. No tienen
llenadera!”. O joyas presupuestales como ésta: “Voy a ganar la mitad del
salario de Calderón; bajar el precio de las gasolinas; rescataremos el campo, para
no importar alimentos”. Ante los gritos de aceptación sube de tono, porque va a
“eliminar la corrupción, basta de esa cultura del ‘que no tranza no avanza’, e
insiste en que el PRI-AN ha concedido 50 millones de hectáreas a mineras
extranjeras, más que con ¡Porfirio Díaz! O que las campañas de sus adversarios trafican
con la pobreza de la gente, primero la saquean, y luego les dan limosnas para comprar
su voto. Que quieren imponer a un candidato con la mercadotecnia, suplantando
el derecho del pueblo a decidir… Extasiada, seducida, la audiencia ya está
preparada para establecer los compromisos, como el izquierdista lo hace en
todos sus actos: “¿Están dispuestos a convencer a 5 ciudadanos más…asegurar que
vayan a votar… cuidar las casillas?”. Con la mano en alto, miles gritan que Siiii!...
y ya, para cerrar, ofrece sus 35 años de experiencia, “no mentir, no
traicionar, no robar” y, como en los sacrificios humanos de la pirámide, concluye,
“¡pues yo también les ofrezco mi corazón!”, provocando el erizamiento de pieles
y el acelere en las venas… En el desplazamiento hormigueante del final, una llovizna
cae pero la gente se queda, como si desearan que en ese mismo instante llegue el
1ro de julio para votar e iniciar el cambio de inmediato. Pero lo que aparece
es otra consigna de ocasión, “¡Ni la lluvia, ni el viento, detienen al movimiento!”,
la audiencia luego escucha y tararea el himno nacional que ahora significa dolor
por lo que sucede en el país, o esperanza por lo que pueda surgir. Al fondo, se
aprecia ya oscura la pirámide con el diámetro más grande del mundo y donde Hernán
Cortés y sus huestes realizaran la matanza de Cholula en 1519. Aquella fue una minoría
que vino del exterior, con su tecnología superior, maquinando traiciones y manipulando
profecías a fin de conquistar a la mayoría nativa tomada por sorpresa…todo quedaría
sepultado bajo esa pirámide como lo simboliza la Iglesia de los Remedios en su
punta; pero durante este mitin, unos quinientos años después, pareciera que las
voces, las arengas de aquellos luchadores y guías espirituales, volvieran a resurgir
desde los escombros en un desesperado esfuerzo por evitar que su pueblo siga dominado
por otra élite distante y alejada de sus necesidades y costumbres cotidianas…
Manuel Murrieta Saldívar es escritor, cronista, poeta y catedrático mexicano. Alejados del instinto, su última creación poética ha sido bien acogido por la audiencia lectora.
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