domingo, 9 de mayo de 2010

Inventario de una Madre



Inventario de Una Madre.

Sentado junto a ella, la miraba comerse su postre: Paseaba la cucharilla alrededor de la crema, haciendo con esta una torrecilla, mientras recogía apenas un poco. Luego pasaba la punta de la cucharita por el fondo del plato, donde ya estaba vacío. A veces la miraba concentradamente y otras, ésta se movía casi por si sola. Pero nunca se la llevaba a la boca. Yo, que ya había terminado, había metido las manos bajo los sobacos, cruzando los brazos, y el calorcillo de las axilas en las manos, se iba lentamente transformando en sopor. Ella seguía con su relato, que yo ya conocía: "Cuando chica, nunca estudiaba tanto" decía, "pero siempre sabía bien las cosas". Sacudo afirmativamente la cabeza, sosteniendo un bostezo. Ella continúa: "Bueno, las fechas las estudiaba. Era lo único que había que aprenderse. El resto se me quedaba solo, era como aprender un cuento". La cucharilla se pasea alrededor de la crema, haciendo el montoncito sempiterno. Miro su pelo, completamente blanco, y su mirar cansado. Pienso que ésta es su imagen de siempre. Sin embargo hace casi cuarenta años, nos sentábamos todos en esta misma mesa, y ella tenía algo menos de la edad que yo tengo ahora. "Siempre tuve muy buenas notas" dice. "Recuerdo que los sábados daban las notas" continúa. "Cuando la Mère Casilde me entregaba las notas, me asignaba la Banda de Honor, que era de color rojo. Significaba excelencia en Conducta, Religión, Ciencias, y Francés. Mientras yo me la ponía, la Mère Casilde miraba a las otras niñas, y señalándome les decía: ¡Eh!. ¡Eh!. ¡Et bien!, voyez vous; voyez. Yo andaba todo el sábado con la banda de honor, y me sentía muy culpable, porque no estudiaba. Pero me sabía todas las materias". Mirando al infinito, por entre los visillos de la ventana, sin casi fijar delicadamente la vista en ninguna parte, paseaba la cucharilla alrededor del plato, amontonando la crema al centro. "Pero siempre sabía todo. Sólo tenía que estudiar las fechas. Cuando me estaba acostando, después de comer, miraba las fechas en el libro, y las repetía mirando a otro lado". Con la punta de la cucharita raspaba el plato.
Me doy cuenta que estoy cabeceando, con las manos bajo las axilas, y entonces para espantar el sueño le digo: "Se te quedaba solo". "Sí", me responde, "como si fuera un cuento. Por eso tenía siempre tan buenas notas. Recuerdo que la Mère Casilde siempre me ponía de ejemplo: Voyez vous notre Marionne, c'ést an exemple pour vous. A mi me daba mucha vergüenza, porque yo no hacía nada para tener buenas notas". El montoncillo de crema está perfectamente redondeado al centro del plato, y ha alcanzado una altura de más o menos un centímetro y medio. La cucharilla se aparta de él, y raspa el fondo vacío, rescatando las últimas migas de crema. Mirando al infinito, por entre los visillos de la ventana, distraídamente, se lleva a la boca una fracción mínima de crema, y luego de saborearla dice, evocando: "¿Que habrá sido de esa banda?. Yo me la ganaba siempre, y tenía derecho a usarla todo el fin de semana, pero luego había que devolverla. ¿Existirá todavía esa misma banda?". Me sonrío apoyando su evocación romántica: "Tal vez aún la usen, desteñida, ajada, y gastada" le digo. "Quizás les petites filles que la usan hoy, se pregunten: ¿Quien habrá usado antes esta banda?, sin saber que fui yo. Cuando niña yo me lo preguntaba". La cucharilla se pasea tangente por la orilla del montecito de crema. "¿Cuántas veces me la habré ganado?" se pregunta. "Era roja, con bordes dorados: muy elegante" dice con gesto orgulloso, mirando a alguna parte, donde parece proyectarse la escena que evoca. "No sé por qué, siempre me la ganaba, si nunca estudié tanto. Las cosas eran como un cuento" vuelve a relatar. "Sólo estudiaba las fechas. Esas había que aprenderlas. Las otras cosas se me quedaban solas". Rasca el fondo del plato, recogiendo algunas mínimas motas de crema, que añade al montoncillo del centro. La cucharilla vuelve a girar en torno. "La Mère Casilde siempre me ponía de ejemplo. No sé por qué, si yo no estudiaba tanto. Los sábados cuando daban las notas, siempre me ganaba la banda de honor, que incluía Conducta, Religión, Ciencias, y Francés", dice con orgullo, mientras redondea el montoncillo de crema. "Era de color rojo, y con bordes dorados. Pero yo no estudiaba tanto" dice, y agrega con tono evocativo, y romántico: "¿La seguirán usando, todavía?" y concluye "Estaría muy vieja, ajada, y gastada. Seguro se habrá desteñido ya. Yo siempre la ganaba, aunque no estudiaba tanto".
De repente me doy cuenta que he pestañeado, y levanto la cabeza, tal vez despertando. Su asiento está vacío. La veo de espaldas, alejándose. Va a la cocina, con su plato. Está tan pequeña, y de pelo blanco. No debe medir más que lo que medía cuando tenía siete años. Encorvada y lenta, se va alejando. Y pensar que hace cuarenta, tenía ella mis años: Era alta, espigada, y hermosa; y yo era algo más que un niño.


  • Kepa Uriberri
 Editamos, publicamos y vendemos tu libro. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Haga aquí su comentario.