Inventario de Una Madre.![]() Me doy cuenta que estoy cabeceando, con las manos bajo las axilas, y entonces para espantar el sueño le digo: "Se te quedaba solo". "Sí", me responde, "como si fuera un cuento. Por eso tenía siempre tan buenas notas. Recuerdo que la Mère Casilde siempre me ponía de ejemplo: Voyez vous notre Marionne, c'ést an exemple pour vous. A mi me daba mucha vergüenza, porque yo no hacía nada para tener buenas notas". El montoncillo de crema está perfectamente redondeado al centro del plato, y ha alcanzado una altura de más o menos un centímetro y medio. La cucharilla se aparta de él, y raspa el fondo vacío, rescatando las últimas migas de crema. Mirando al infinito, por entre los visillos de la ventana, distraídamente, se lleva a la boca una fracción mínima de crema, y luego de saborearla dice, evocando: "¿Que habrá sido de esa banda?. Yo me la ganaba siempre, y tenía derecho a usarla todo el fin de semana, pero luego había que devolverla. ¿Existirá todavía esa misma banda?". Me sonrío apoyando su evocación romántica: "Tal vez aún la usen, desteñida, ajada, y gastada" le digo. "Quizás les petites filles que la usan hoy, se pregunten: ¿Quien habrá usado antes esta banda?, sin saber que fui yo. Cuando niña yo me lo preguntaba". La cucharilla se pasea tangente por la orilla del montecito de crema. "¿Cuántas veces me la habré ganado?" se pregunta. "Era roja, con bordes dorados: muy elegante" dice con gesto orgulloso, mirando a alguna parte, donde parece proyectarse la escena que evoca. "No sé por qué, siempre me la ganaba, si nunca estudié tanto. Las cosas eran como un cuento" vuelve a relatar. "Sólo estudiaba las fechas. Esas había que aprenderlas. Las otras cosas se me quedaban solas". Rasca el fondo del plato, recogiendo algunas mínimas motas de crema, que añade al montoncillo del centro. La cucharilla vuelve a girar en torno. "La Mère Casilde siempre me ponía de ejemplo. No sé por qué, si yo no estudiaba tanto. Los sábados cuando daban las notas, siempre me ganaba la banda de honor, que incluía Conducta, Religión, Ciencias, y Francés", dice con orgullo, mientras redondea el montoncillo de crema. "Era de color rojo, y con bordes dorados. Pero yo no estudiaba tanto" dice, y agrega con tono evocativo, y romántico: "¿La seguirán usando, todavía?" y concluye "Estaría muy vieja, ajada, y gastada. Seguro se habrá desteñido ya. Yo siempre la ganaba, aunque no estudiaba tanto". De repente me doy cuenta que he pestañeado, y levanto la cabeza, tal vez despertando. Su asiento está vacío. La veo de espaldas, alejándose. Va a la cocina, con su plato. Está tan pequeña, y de pelo blanco. No debe medir más que lo que medía cuando tenía siete años. Encorvada y lenta, se va alejando. Y pensar que hace cuarenta, tenía ella mis años: Era alta, espigada, y hermosa; y yo era algo más que un niño.
|
Editamos, publicamos y vendemos tu libro.
Visítanos: http://editorialatreyo.yolasite.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Haga aquí su comentario.