sábado, 13 de marzo de 2010

Historias de Otra Norteamérica




HISTORIAS DE OTRA NORTEAMÉRICA


 "Tuve el vicio del trago, hice y padecí muchas tragedias, y puedo recaer, por eso quiero contarte de mi historia, algo habrá de servir, aunque sea para salvar a una sola vida, antes de que acabe la mía"...

 
Don José Aguilar en su juventud, migrante en Los Ángeles, California. Imágenes: archivo de Editorial Orbis Press

 
PARA SALVAR UNA VIDA...
Por Manuel Murrieta Saldívar
   
Iba saliendo de un establecimiento comercial en Phoenix, Arizona, cuando una voz ronca y profunda me abordó: "Escuché que se dedica al periodismo y a escribir", me refirió, "me gustaría hablar con usted".  Era un hombre de facciones gruesas, moreno y corpulento, curtido por el trabajo y los embates de la vida.  Eso supuse al sólo mirarle; podría haber encontrado más, pero él portaba unos lentes contra el sol que me impidió sondear a través de sus ojos. "Claro, por supuesto, estoy a sus órdenes", le respondí amable, creyendo se trataría de un rutinario asunto de publicidad o de cubrir algún evento, como es lo que se propone en esos pequeños negocios que sostienen al periodismo hispano en esta zona. "Aquí tiene mi tarjeta, llámame por favor, necesito su opinión y creo que le puede interesar", me provocó. Leí su nombre, José Aguilar, su puesto, Director General, su negocio Volviendo a Vivir, y su giro, centro de rehabilitación, actividad no muy común, al igual que la mía, por estos rumbos.  

          A los días volví a escuchar por el auricular esa voz rasposa  ahora como venida de un abismo, que hacía preguntarme el origen de esa condición fonética.  Entonces decidí, conmovido, acudir en persona al local de don José, quizá para evitar que hiciera un mayor  esfuerzo al hablar por la línea. Cuando llegué al recinto, ubicado en la zona marginal del suroeste de Phoenix, no me pregunté, como debería, qué demonios estaba haciendo yo allí, sino que me impresioné al comprobar que, en efecto, operaba un centro para rehabilitar alcohólicos.  Porque se traba de una simple casa—aunque al entrar se percibe cierto olor a alcohol desvanecido, se aprecian las caras rojas de internos recuperándose entre ollas y sartenes preparando comida. Las recámaras estaban repletas de literas, los closets eran depósitos de libros, herramientas y cajas, la sala un como auditorio con su pódium donde se adivinaba que surgían grandes testimonios orales.  

También recorrí un pasadillo secreto que me llevó a una especie de "bunker" aislado de todo, contaba con una computadora, un teléfono, una televisión y un pequeño sofá en cuya mesita, en efecto, había una pistola, "por si las moscas".   Y ahí estaba, entre el juego de sombras y el poco sol que se traslucía, don José, como contento dándome una bienvenida: "Qué pasó Murrieta"… escuché por vez primera esa frase que la repetiría muchas veces. "No te asustes por esto", me advirtió refiriéndose a todo el recinto y apelando a la ingenuidad que a veces suelo transmitir. 

          "No se preocupe—reaccioné—como periodista estoy acostumbrado a todo tipo de ambientes, desde una suite presidencial hasta un prostíbulo", ocultándole así el impacto que me produjo ingresar a su morada.  "Qué bueno que así sea, porque esto apenas es el comienzo, siéntate, si quieres beber aquí sólo hay agua y refrescos ", me sugirió.  "Ya averigüe de ti, creo que eres la persona adecuada para lo que quiero hacer"...  

          "Si me permite—intervine —primero dígame por qué tiene esa voz así, tan rasposa, ¿es normal o está usted enfermo?".  "De eso quiero hablarte—abundó—la voz la tengo así por ha-ber bebido mucho, es la voz de ex alcohólico, de uno que se está rehabilitando, la voz de un ex vagabundo o del 'homeless' buscando un trago o dónde dormir". 

          De inmediato recordé a los "alcoholitos" del Jardín Juárez de Hermosillo, Sonora, a los de las cantinas de Nogales, a los del centro de Los Ángeles o los del Encanto Park de Phoenix, preguntándome siempre cómo habían llegado a esa condición.  Y, sobre todo, si lograban escaparse de ella. Y ahora, a juzgar por sus palabras, tenía a uno frente a mí, picando mi curiosidad, recuperándose, salido de ese infierno, poniéndose a mi disposición, porque don José propuso: "Si, fui un alcoholito, homeless borracho y quiero contarte  mi historia, tú sabrás que hacer con ella". 

   
Don José en la actualidad, sobreviviendo, rehabilitándose…

 
          Podría saber entonces—podríamos todos saber—cómo es que un ser humano llega a los límites de la autodestrucción, cómo visualiza a la sociedad que lo olvida, a quiénes culpa y por qué. Y, sobre todo, podríamos saber cómo es que uno de ellos logra transformarse hasta casi ser un abstemio. "Tuve el vicio del trago, hice y padecí muchas tragedias, y puedo recaer, por eso quiero contarte de mi historia, algo habrá de servir, aunque sea para salvar a una sola vida, antes de que acabe la mía"...  

          Ya no se dijo más, y en esa soledad, sin testigos, hicimos el acuerdo, sin documentos ni nada que firmar, solamente encendí mi grabadora y durante días nos pusimos a platicar.  Así brotaría el libro Volviendo a Vivir. Entrevistas con don José Aguilar, combinación de periodismo y narración literaria, así empecé a escuchar pasajes de penurias, decepciones y humillaciones, las de "los fracasados del sueño americano", como se titula el capítulo IX.  Sin embargo, también capté que habría un final feliz.  En efecto, noté que don José había encontrado una misión que le estaba dando los últimos respiros: rescatar a los migrantes mexicanos, a los latinos en general, víctimas del alcohol para evitar que continúen los mismos dramas, reintegrarlos a la sociedad, a la búsqueda de la felicidad material y espiritual.

          Porque el alcoholismo es más fácil que prenda en condiciones de crisis.  Nacido en un poblado de Jalisco, México, don José emigró adolescente a California, trabajó como obrero habitando en departamentos junto a decenas de paisanos para ahorrar dinero en hospedaje.  Pero en las convivencias encontró como muchos refugio en el alcohol y comenzaron los despidos del empleo...ingerir cervezas de más, también le produjo inestabilidad emocional y varias enfermedades como cirrosis y hepatitis al transcurrir los años.  Enfermo y abandonado, deambuló como pordiosero, mendingando bebida y comida, durmiendo en parajes de donde resurgiría, precisamente, cual ave fénix en la ciudad de Phoenix: entre el vagabundeo escuchó de un centro de rehabilitación a donde acudió—poniendo como condición, para dejarse llevar, que le dieran una cerveza, a manera de despedida simbólica—para ya no salir de ahí jamás. Y no porque no se recuperara, sino al contrario: lo hizo tan rápido y tan bien que acabó como director general del organismo que lo rescató.   

          Don José reestructuró no sólo la base organizativa, sino también la económica, la de atención a los internos e incluso la física de ese recinto que opera a todo vapor en condiciones humildes.  A las vueltas del tiempo, empezó a escuchar que le llamaban Padrino de parte de cientos y cientos de mexicanos, latinos y hasta de migrantes europeos que rescata de la bebida.  Don José lo revela así, con esa poderosa voz y el brillo de la satisfacción en los ojos:

—Después de una vida de desorientación, de dependencias y sufrimientos, aquí encontré el sentido de vivir, por eso le cambié el nombre a este centro, se llama "Volviendo a Vivir". Descubrí que mi misión es ayudar al prójimo y ofrecerle toda mi experiencia, conocimientos, para el funcionamiento de este lugar que rescata a alcohólicos y dragaditos.
 
          He aquí, pues, pasajes claves y el perfil de vida de don José, en sus propias palabras, con toda su frescura y habla personal,  en estas entrevistas fruto de los encuentros casuales y del trajín cotidiano. Y, claro, fruto también de aquel periodismo que todavía busca en las calles la noticia transformadora o el personaje anónimo que cambia no sólo la rutina de un día sino a veces la de toda la vida…

CONTINUARÁ…
 
Más sobre la obra Volviendo a Vivir: entrevistas con don Jose Aguilar 
http://www.orbispress.com/imagenes/realidad/volviendo_a_vivir.htm

 
Contacte al autor: manuelmurrieta@orbispress.com 
http://www.orbispress.com/colecciones/manuel_murrieta.htm



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