miércoles, 2 de mayo de 2012

López Obrador bajo la pirámide


…Ya está sucediendo un temblor más, porque es un discurso que no lo van a pronunciar los otros, solo él, el peligro para México, el mesías tropical, el soñador, el insistente. Su palabra es otro movimiento telúrico que cimbra no sólo a los de la plaza, sino también a los descendientes de la pirámide que tiene allá al fondo, la de la iglesia en su punta…

Crónica desde la región política
López Obrador bajo la pirámide
Imágenes del autor
Por Manuel Murrieta Saldívar



CIUDAD DE MÉXICO. - Una fuerte tormenta echó a perder la feria del libro en Puerto Rico, canceló mi avión a San Juan lo que a su vez produjo cambiar ese boleto hacia la ciudad de México para una inmersión total en la región política…así se empezaron a confabular las circunstancias. Habían ya iniciado las campañas presidenciales, se acercaba una nueva vacación primaveral y se acumulaban las ganas de escapar del mundillo académico. El escenario, así, se estaba completando. En verdad me sentía como león enjaulado atestiguando desde lejos, sin ningún sabor ni encanto, el revuelo de “la grilla”, sobre todo cuando revisaba correos electrónicos y las redes sociales saturadas de noticias y debates, perfiles de los aspirantes, posturas apasionadas, fotomontajes. La prensa electrónica y las televisoras también hacían lo suyo revelando encuestas, las pifias y aciertos de los aspirantes, sus giras hacia los confines de la patria. Todo eso consumía mi curiosidad de irrenunciable cronista pero también, nostalgia por lo mío, seducía a la conciencia ciudadana y a la preocupación por lo que le estaban haciendo al país.
Entonces, desde mi aposento en California, noté que los envíos del PRD al “Hotmail” contenían los datos de los jefes de prensa. Por no dejar pasar, me atreví a llamarles identificándome como periodista y estudioso de lo mexicano en USA y, para mi sorpresa, no solo confirmaron que podría asistir a las conferencias del candidato Andrés Manuel López Obrador, sino integrarme a alguna de las giras. También enviaron, sintiéndome privilegiado, su agenda de actividades de las siguientes tres o cuatro semanas. Era lo único que necesitaba para armar el itinerario. Y no esperé, esa noche la aerolínea confirmó que podía traspasar el boleto sin mayor problema, escogí fechas y marqué lugares por donde se movería el candidato durante mi estancia. ¿Por qué Obrador?... bueno, para nadie es un secreto que suelo simpatizar con los soñadores, con las utopías que procuran transformar nuestras contrastantes realidades sociales. El mismo Obrador hasta me parecía moderado, dado su origen y trayectoria. Nada que ver con el Che, Lucio Cabañas, ya ni se diga Evo Morales. Sin embargo, era el más cercano a esos ideales de sociedades más justas, el que durante años seguía prometiendo cambios en beneficio de esos seres empobrecidos, olvidados, que impactado descubrí en mis inicios de periodista por las periferias de cualquier ciudad. Y ahora los veía sufrir en casinos y guarderías incendiadas, surgiendo en narco fosas, tirados sus cadáveres sobre calles transitadas o emigrando desesperados por un plato de proteínas, y como última opción, hacia la pesadilla norteamericana. Puedo jactarme entonces ser uno de esos reporteros que en lugar de unirse siempre a las giras de los candidatos en avionetas, cubría mejor, en autobuses del servicio público, a los que postulaban idealismos en poblados de casas de cartón y calles sin pavimento. Eran aspirantes a alcaldes o diputados de partidos que ya no existen porque perdieron sus registros. Además, y ya como ciudadano, creo tener el récord de votar por quienes jamás ganaron un puesto de tan “radicales” para su momento histórico. Alguna vez, solo como ejemplo, hasta voté por doña Rosario Ibarra de Piedra y su plantilla del PRT, que no PRD…Sociedades utópicas y candidatos incómodos, ya se imaginarán entonces el rumbo que tomaría mi viaje…


Cerveza artesanal antes de visitar al candidato

Llegar a la ciudad de México un fin de semana es aun más peligroso porque se supone que te vas a preparar para la actividad de los días venideros pero, sin remedio, eres víctima de la infinita oferta cultural y de la bohemia. No obstante, pude notar que la agenda de Obrador era complicada y riesgosa para un fuereño y, sobre todo, para quien sufre el bombardeo de los medios en el extranjero que proyectan un país regado de cabezas cercenadas, de sicarios acribillando a más no poder, del narcomenudeo buscando el control calle por calle. Recuerdo la cara de un colega californiano antes de partir: “¿de verdad vas a México? Cuídate mucho, ya ves cómo está la cosa, ya varias universidades han prohibido los viajes hacia allá”. Sus palabras eran un lugar común, pero lo que conmovió fue su mirada, como indicando, “pobre, se va directo al matadero y por voluntad propia”. Descarté entonces alejarme demasiado del DF y eliminé las giras a Zacatecas, Durango o Coahuila, territorio Z o cártel de Sinaloa, o viceversa. Podría entonces ser el miércoles o el viernes, ya que se trasladaría a Tlaxcala, Puebla o Estado de México, todo a menos de dos horas en autobús y sin representar, suponía, tanto peligro en el mapa de la criminalidad. El fin de semana, por supuesto, también sirvió para instalarme, preparar mis instrumentos de trabajo y “fresear por la Roma”, la Condesa, la Juárez y el centro histórico. Entre parientes, amigos de ocasión o en solitario, surgía una cerveza artesanal aquí, un churrasco argentino allá, un chocolate picante en el Cielito Querido, unos tacos al pastor en la reactivada Zona Rosa. Vaya, hasta me convertí gustoso en el típico provinciano que visita el zócalo por enésima vez como si fuera la primera y me hice el intelectual en Bellas Artes con las gordas de Botero. Sin embargo, como nunca había sucedido, no estaba ansioso por seguir recorriendo la infinita urbe, sino por integrarme a la acción política, reminiscencia de mi pasado reporteril, sobre todo para estar en contacto con la gente, los votantes, mis paisanos, mis semejantes en calles, plazas, zócalos…observar eso que no veía en los medios al concentrarse más en los protagonistas y en los escenarios de altura.
Ya saciado, el lunes acudí a la casa de campaña del “Peje” a presentar una carta formal, el gafete de prensa, tarjetas de presentación, dar la cara, para ser considerado. Para mi felicidad, recibí la acreditación aclarándome que, dada la escasez de presupuesto, cada medio se hacía cargo de los gastos de logística. Los jefes de comunicación social fueron contundentes al confirmar que no contaban con transportación terrestre o aérea para la prensa. Por no dejar pasar, insistí, “¿no habrá manera de incluirme?”, pero fue inútil. “Cada día tenemos que desalojar personas, no hay cupo, lo sentimos”. Era verdad: mientras los otros candidatos utilizaban jets privados, helicópteros, cómodos autobuses donde se incluía a la prensa, en las giras de Obrador cada medio se las arreglaba como podía, si es que les interesaba cubrir las actividades del temido izquierdista. No había duda, en el fondo, con cierto orgullo y sintiéndome más útil, consideré que mis escritos podrían ayudar a promover al perredista, por lo menos entre mis lectores californianos, ¡equilibrar esa desventaja mediática!... iluso de mí, así, igual que los candidatos que uno apoya. Pero la realidad era tentadora: estaba en el DF, había recibido la acreditación y podría atestiguar en directo el paraíso que antes solo era visto parcialmente en las pantallas…


¿Le haría una pregunta a Andrés Manuel?

Cubrir entonces a Obrador, significó un sacrificio que estaba dispuesto a pagar, como ya lo había hecho antes con otros soñadores de bajo presupuesto. Y desde el principio, porque había que levantarse a las cinco de la mañana para llegar a la cotidiana conferencia de las 7 AM, café callejero en mano. Entonces vi lo inconcebible: a pesar de la confabulación real o ficticia contra Obrador, había una cola inmensa de “chicos de la prensa”, como si fuese una función de cine o un espectáculo para presenciar un ídolo de culto. Iniciaba frente al portón trasero, recorría toda la pared sobre la calle San Luis Potosí, hasta la puerta principal de entrada. Ya estaban acostumbrados porque apenas unos murmullos o monosílabos salían de sus bocas tal y como cuando se hace un trabajo de rutina. Quizá lo único nuevo era yo, pero nadie me lo hacía saber ocupados en sus charlas de colegas o ajustando sus equipos. Así que sin preguntar me coloqué al final con mi gafete y mis instrumentos de trabajo, tan solo interrumpido a veces por otros no acreditados o estudiantes de periodismo queriendo entrar como asistentes nuestros. Alrededor de las 6:30 AM, se escuchó la apertura del portón, capté unos movimientos y pasos al frente, era entrar ya al epicentro de la acción, de donde todo surgía. Si uno no era identificado por los coordinadores, exigían el gafete…en fracciones de segundo mostré el mío, di dos o tres zancadas hacia adentro, jalado por la curiosidad y la búsqueda del mejor espacio para este plato fuerte: presenciar la salida de López Obrador rumbo al podio, ese que tiene a Benito Juárez detrás y la bandera mexicana a un lado. Ya estaban encendidos unos reflectores apuntando hacia ahí, pero sus destellos diluían también las últimas señales de la madrugada que penetraba, para mi sorpresa, sobre nuestras cabezas; y es que se trataba de un patio al aire libre por cuyas paredes se asomaban ramas, enredaderas y quizá cables de las residencias contiguas. No se trataba, pues, de un auditorio o una sala formal de conferencias, como era mi creencia. Cuando salió el perredista, a solo unos seis o siete metros frente a mí, surgió la lluvia de flashazos, en serie, intensos, y la creación del ambiente después del “¡buenos días, cómo están, ánimoooo!”, entre su sonrisa y las de los más regulares de la prensa. La adrenalina estaba al tope porque era la primera vez que lo observaba en carne propia, confirmando que en verdad era un personaje carismático que no solo seducía a millones de mexicanos, sino también al exigente grupillo de los comunicadores. Más bien a los trabajadores, esos que se mueven en el campo de batalla, camarógrafos, fotógrafos, técnicos, reporteros que lo arropaban aparatosamente. Y fue a lo suyo: entre la excitación y en ese círculo íntimo, se explayaba gustoso para cumplir, lo noté, la primera parte de la conferencia: un monólogo en el que lanza su discurso o un decálogo sobre algún tema nacional, en este caso el de la seguridad, la lucha contra el crimen organizado, resumiéndolo con ternura: “¡abrazos, no balazos!”, o con sabiduría, “¡no fuerza, sino inteligencia!”. (Horas después se convertirían en slogans y en posters instantáneos en la magia de las redes sociales).
Sin embargo, capté que, en realidad, la prensa esperaba ansiosa la segunda parte de la sesión porque se convertía en un festín, un espectáculo, una cátedra de periodismo, un show sabroso pero enriquecedor. Por ejemplo, discutió sobre el papel de los medios y sus intereses: “Ustedes hacen muy bien su trabajo, el problema es con los ‘chipocludos’, desde el jefe de redacción para arriba, ahí empieza el corte y confección”, en referencia a la censura, ninguneo o tergiversación que le aplican los grandes medios para favorecer a los otros contrincantes de más recursos y mensajes moderados. Así, envalentonados y contagiados, lo azuzábamos, “¡ahora sí, vamos, vamos!”—se rompía el monólogo para proceder a las preguntas. Era curioso, no provenían en tropel, no había tumultos, voces entrecruzadas o empujones. Era una participación calmada, ordenada, aunque no necesariamente programada, parecían ya estar acostumbrados y se auto-organizaban. Si en la primera parte llevaban prioridad las cámaras, en la segunda, reporteros hasta atrás, bajo la lona que techa la casa, éramos los que ahora teníamos el protagonismo. Que si por qué las encuestas lo seguían ubicando en tercer puesto, que si se rodeaba de asesores izquierdistas sudamericanos, que si Calderón apoyaba algún capo. Vaya, hasta yo, que venía desde tan lejos y no era del pull citadino, recibí mis quince segundos de fama. Después de dos intentos, logró observarme y me indicó con la barbilla, “adelante con tu pregunta”. Y la hice, dándome turno entre la agresiva y competitiva prensa del DF, tocado pues por su carisma y atención. Una pregunta clave y listo, tan solo para sentir participar— ¿qué le sugerirá a USA, el principal consumidor de drogas en el mundo, en la lucha de usted contra el crimen organizado? Y responde al vuelo, primero mirándome a los ojos y después para todos—“vamos a persuadir a las autoridades de Estados Unidos que no es con medidas coercitivas como se resolverán los problemas de seguridad y violencia, tiene que haber cooperación”.
…. Y así continuó, sin dejar a nadie con la pregunta en la boca, todos saciados… pero en el trajín, para quizá confirmar su simpatía, nos retaba. “La mejor encuesta es la de la calle, las que hacen los ciudadanos, por ejemplo, pregunten a sus amigos, a sus parientes, es más, sé que votarían por mí si hacemos aquí con ustedes una encuesta a la salida”…. Lo que se apreciaría como engreimiento, exceso de seguridad, no resultó así, porque lo proponía con humor, convencido de su influencia, admirado por su atrevimiento a enfrentarse a los “poderes fácticos”, al sistema mediático con sus encuestadoras. El resultado fue que la gran mayoría nos echamos a reír, sabíamos que era verdad, claro, muchos votaríamos por él, y no solo en esa encuesta, sino en la verdadera del 1ro de julio, sin importar lo que pensaran los jefes de redacción, los directores de noticias, los de arriba que aplican el “corte y confección”. Y algunos, incluso, votarían por Obrador no tanto por sus posturas, sino más bien por esa personalidad que estábamos presenciando, la de un señor simpaticón, un bato alivianado, burlándose del régimen con tacto y elegancia, accesible, dicharachero, vaya, hasta podía ser tu cuate. Y así como entró, intempestivo, así desapareció con un saludo de mano levantada, dejándonos a todos ahí, esperando más, sin nadie retirarse en estampida, a pesar de que no existiera en ese patio una salita de prensa, unas mínimas condiciones para conectar laptops o acceso a internet de banda ancha. No escritorios, no cubículos, no infraestructura, ni alfombras, ni edecanes, ni boletines de prensa, no fotocopiadoras, nada para empezar a redactar, editar o transmitir…solo una cafetera de medio uso produciendo un café sin mucho sabor, pero suficiente para recargar, o mantener, la algarabía con la que muchos salimos lentamente queriendo quizá alargar la convivencia…


Temblores y salvamentos en Cholula

Mi celular registró varios mensajes de texto y tres o cuatro llamadas perdidas provenientes desde el DF. Tanta insistencia siempre resulta extraña. Al regresar las llamadas, me preguntan desesperados que si cómo estoy ese 11 de abril pasadas de las 6 PM. Pero apenas escucho…los altoparlantes de la Plaza Concordia de Cholula, Puebla, anuncian ya la llegada de Obrador. “¡Agárrese—me advirtieron—acaba de temblar en el DF y a la mejor le toca una replica por ahí!” Instintivamente respondo que no, que nada se siente, que el único temblor es la entrada, partiendo plaza frente a los arcos del zócalo, del candidato perredista. Corto la llamada y me dirijo a la valla, marcada apenas con un cordoncito naranja, en donde ya se le acercan como marabunta, sin guardaespaldas aparente, señoras que buscan un beso, jóvenes que pretenden autógrafos, niños que muestran asombro y campesinos ancianos tocándole los brazos…una crónica en inglés diría que es la llegada de un ‘rock star”, yo interpreto que es un político hábil que sabe qué decir y cómo comportarse con las mayorías marginadas; y se muestra peligrosamente accesible, codo a codo, bajo el fácil contagio de miles de desconocidos y de los disparos de las cámaras convencionales y las de celulares. Y ahora se dirige sin prisas hacia el templete entre unos quince mil poblanos que lo siguen ovacionando, “¡Obrador Presidente! ¡Es un honor estar con Obrador!”, mientras las enormes bocinas cesan de reproducir los últimos slogans que causan incomodidad a monopolio mediático: “¡Si es que el pueblo se organiza, no nos gana Televisa!”... al mismo tiempo, hago conciencia de que no experimento el movimiento telúrico, pero sí éste, el que provoca Obrador…venir aquí, a su mitin, me he salvado entonces de llevarme un susto pavoroso porque hubiera sido la primera vez de sufrir un temblor de más de 5 grados y en un octavo piso del DF….
Pero luego noto que yo no soy el único. Otro que se ha salvado es un arrugado Manuel Bartlett, se ha salvado de un linchamiento colectivo. Al momento de presentar a López Obrador, no solo recibe la rechifla, sino las exigencias de que baje del templete— ¡Fuera Bartlett! , ¡Bájenlo!— le recuerdan su pasado en la cúpula del PRI-gobierno, autor de corruptelas, de negociaciones antidemocráticas y de su clásica “caída del sistema” que propició un fraude electoral a la izquierda de los ochentas… la gente no lo olvida. La protesta va in crescendo, pero Bartlett, haciendo como puede su trabajo, logra terminar la presentación y disminuye el vendaval. No entiendo mucho de alquimias electorales, de negociaciones que resucitan “dinosaurios” y los colocan como compañeros de fórmula. Lo que impresiona, es cómo Andrés Manuel entra al salvamento, en directo, consciente y con urgencia. Lo que parece un error, una intervención mal planeada, que podría hacer del mitin un desastre, lo aprovecha para iniciar e improvisar su discurso. Al momento de tomar el micrófono, la audiencia no solo se calma, sino que ahora piden silencio, exigen bajar las banderas y pancartas, para verlo y escucharlo sin interferencias. Ya va hablar y todo es expectante. Empieza su retórica aprovechando el incidente, Obrador, el orador obrando, el que obra el milagro para Bartlett al explicar al gentío que se debe comprender que los personas cambian, que uno descubre haber vivido en el error, que hay que corregir y que, amoroso y perdonando, se llega el momento de rectificar el rumbo, de encontrar el camino hacia el cambio verdadero. Bartlett así apenas es salvado porque el público, noble, acepta tenuemente la justificación, sabe que es el preámbulo del discurso principal, el esperado, a lo que todo mundo viene. Presienten que se acerca la descarga, el desfogue, la catarsis colectiva porque queremos escuchar el mensaje alternativo, el diferente, ese que cuestiona a las oligarquías, a los 82 años del PRI-AN. Que se calle y se siente Bartlett, queremos saber de los fracasos de los gobiernos anteriores, el mensaje del milagro que puede colocar a México mejor que Brasil como ejemplo de desarrollo y beneficio social…
Ya está sucediendo un temblor más, un nuevo salvamento porque es un discurso que no lo van a pronunciar los otros, solo él, el peligro para México, el mesías tropical, el soñador, el insistente. Su palabra es otro movimiento telúrico que cimbra no solo a los de la plaza, sino también a los descendientes de la pirámide que tiene allá al fondo, la de la iglesia en su punta, porque Obrador continúa, precisamente, reconociendo el inmenso legado cultural prehispánico. Y los indígenas, aquí alrededor mío, serán también los beneficiados, rescatando su cultura, ofrecerles apoyos, pensiones, recuperación del campo y del maíz. Y de ahí prosigue, resistiendo de pie, único orador, un discurso de más de una hora en el cual él mismo tiene que cortar, pero le gritan, “¡sígale, sígale!”. Y cómo no, con mensajes como éste: “No puede haber gobierno rico con pueblo pobre, no puede haber funcionarios ganando 600 mil pesos mensuales; todo se lo reparten allá arriba para salvar a banqueros y mantener gobernantes corruptos. No tienen llenadera!”. O joyas presupuestales como ésta: “Voy a ganar la mitad del salario de Calderón; bajar el precio de las gasolinas; rescataremos el campo, para no importar alimentos”. Ante los gritos de aceptación sube de tono, porque va a “eliminar la corrupción, basta de esa cultura del ‘que no tranza no avanza’, e insiste en que el PRI-AN ha concedido 50 millones de hectáreas a mineras extranjeras, más que con ¡Porfirio Díaz! O que las campañas de sus adversarios trafican con la pobreza de la gente, primero la saquean, y luego les dan limosnas para comprar su voto. Que quieren imponer a un candidato con la mercadotecnia, suplantando el derecho del pueblo a decidir… Extasiada, seducida, la audiencia ya está preparada para establecer los compromisos, como el izquierdista lo hace en todos sus actos: “¿Están dispuestos a convencer a 5 ciudadanos más…asegurar que vayan a votar… cuidar las casillas?”. Con la mano en alto, miles gritan que Siiii!... y ya, para cerrar, ofrece sus 35 años de experiencia, “no mentir, no traicionar, no robar” y, como en los sacrificios humanos de la pirámide, concluye, “¡pues yo también les ofrezco mi corazón!”, provocando el erizamiento de pieles y el acelere en las venas… En el desplazamiento hormigueante del final, una llovizna cae pero la gente se queda, como si desearan que en ese mismo instante llegue el 1ro de julio para votar e iniciar el cambio de inmediato. Pero lo que aparece es otra consigna de ocasión, “¡Ni la lluvia, ni el viento, detienen al movimiento!”, la audiencia luego escucha y tararea el himno nacional que ahora significa dolor por lo que sucede en el país, o esperanza por lo que pueda surgir. Al fondo, se aprecia ya oscura la pirámide con el diámetro más grande del mundo y donde Hernán Cortés y sus huestes realizaran la matanza de Cholula en 1519. Aquella fue una minoría que vino del exterior, con su tecnología superior, maquinando traiciones y manipulando profecías a fin de conquistar a la mayoría nativa tomada por sorpresa…todo quedaría sepultado bajo esa pirámide como lo simboliza la Iglesia de los Remedios en su punta; pero durante este mitin, unos quinientos años después, pareciera que las voces, las arengas de aquellos luchadores y guías espirituales, volvieran a resurgir desde los escombros en un desesperado esfuerzo por evitar que su pueblo siga dominado por otra élite distante y alejada de sus necesidades y costumbres cotidianas…



 Manuel Murrieta Saldívar es escritor, cronista, poeta y catedrático mexicano. Alejados del instinto, su última creación poética ha sido bien acogido por la audiencia lectora.





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