domingo, 22 de noviembre de 2009

Un Singular Centro de Lectura



Excretar es una necesidad orgánica. La avidez por la lectura también es una necesidad orgánica. Las tripas exigen evacuar; el cerebro lector exige letras.





Un singular centro de lectura.

Por: Anselmo Bautista López.



Nunca me había preguntado por qué me gusta tanto leer en el baño cuando estoy haciendo mis necesidades fisiológicas. Pero ahora me cae como una tromba: ¿Por qué lo hago?

Siempre he pensado que para leer cualquier lugar es bueno: acostado en la cama, sobre una silla con la espalda derechita, en la banca de un parque, en la azotea, en el transporte. Como también he pensado que los libros deben tener un lugar exclusivo, de preferencia un librero, cuya utilidad exclusiva es la lectura y el aprendizaje; mientras que los periódicos pueden estar en cualquier lado y tener diversos y muy variados usos según la persona cuya lectura se acostumbra por las mañanas y debe entrar por los ojos. ¿Pero en el baño?

Para dar respuesta a mi pregunta tuve que cuestionarlo a mi psicoanalista Freud (porque los psicólogos modernos no están interesados en esto) Me dijo que en la vida, en nuestra etapa de desarrollo, hay un periodo en el que experimentamos satisfacciones reteniendo el excremento al cual le llamó: Fase Anal. Eso me puso los pelos de punta y mentalmente me ordené nunca volver a leer en el baño. Continuó diciendo que para el niño, el excremento representa un símbolo de independencia cuando logra defecar por sí solo en su bacinica sin la ayuda de su madre. Es un momento de libertad porque dice NO a la autoridad materna y de paso obtiene una cierta ganancia de placer reteniendo su necesidad.

Quedé medio espantado por la explicación que me dio este barbón. Supone que las personas que vamos al baño y nos quedamos leyendo largamente, somos personas con tendencias al placer anal. ¡No, no, no! ¡Que a mí me gustan las mujeres! ¿O será verdad que yo también llevo un "putito" dentro? No lo creo.

No creo que leer en el baño sea un problema, ni una manía o un hábito, porque entonces diremos que defecar también lo será. Excretar es una necesidad orgánica. La avidez por la lectura también es una necesidad orgánica. Las tripas exigen evacuar; el cerebro lector exige letras.

Es desesperante entrar al baño en casa ajena y no encontrar algo qué leer, ni siquiera un cubo Rubik para romperse la cabeza. No me gusta usar baños ajenos a menos que mi necesidad sea urgente. Cuando esto sucede agarro los frascos de champú y me entero qué es lo que se están echando en la cabeza o bien examino el grabado del papel sanitario y su textura e imagino qué imágenes dejaré grabadas ahí. Tengo necesidad de entretenerme en algo si no hay nada qué leer.

Seguramente los que leemos en el baño lo hacemos por distintos motivos. Habrá quienes lo hagan para distraerse y olvidar por unos momentos lo que estaban haciendo. A los animales les toma sólo unos segundo para distraerse; para nosotros, en mi caso, se vuelve un ritual muy elaborado porque necesito cierta cantidad de lectura o bien cierto tipo de lectura. Finalmente, mi psicoanalista Freud tiene algo de razón: ir al baño y leer es, sin que sea una regla absoluta, conseguir algún tipo de placer.

Regularmente me llevo al baño el libro que actualmente esté leyendo y lo vuelvo a sacar tan pronto termine. Retirar el libro del baño sí que se ha vuelto un hábito. Antes los dejaba ahí mismo hasta que mi esposa comenzó a tirarlos al cesto de la basura, lo cual le valió un ojo morado y a mi unas horas tras los barrotes. ¡Ah, no se crea! Eso de los barrotes no es verdad pero lo del ojo morado sí.

También retiro los libros porque hubo un tiempo en que se me extraviaban del baño y mermaban mi colección. A mis invitados les daba por llevárselos para terminarlos de leer cómodamente en sus propios baños.

El baño puede ser un gran recurso para los escritores tímidos. Sí, esos que escriben sólo para ellos mismos pidiendo a gritos ser leídos y escuchar opiniones. O bien, para aquel que desee publicar su obra pero no se atreve acercarse a alguna editorial.

Aquí hay algunos consejos:

Deja en el baño algunas cuartillas como por descuido. Invita a las personas que quieras que te lean. Para asegurarte, dales algo que les obligue a ir al baño, de preferencia algo que les haga tardar. Si salen y no te dan su opinión significa que no lo leyeron, o que lo leyeron y no les interesó; o que lo leyeron y mejor se guardan sus opiniones. O bien saldrán sorprendidos o mofándose de ti. Debes considerar todas estas reacciones y estar preparado para responder con cordura.

Si conoces a algún editor o tienes amistad con alguno, has el mismo procedimiento invitándolo a comer a tu casa. Existe la posibilidad de que te edite.

Si has publicado un libro y no has vendido un solo ejemplar, el baño puede ser un singular centro de lectura del mismo, tal vez se lo lleven a casa para terminarlo. El más decente te dirá: ¿Me lo prestas? Por lo menos habrás conseguido ser leído y quizá te hagan propaganda. De cualquier modo tu libro acabará en otro baño donde tendrá otros lectores y alguno se lo llevará igualmente a su casa. Así lograrás que circule y tendrás más lectores. El riesgo que corres es que tu foto de la contraportada termine con bigotes.

Si has de hacerlo asegúrate de tener suficiente papel sanitario, no sea que encuentres las páginas echas bolita en el cesto y pegues el grito: ¡Cuánta incultura, por Dios!

¡Ah! Olvidaba decirte. Antes debes retirarles sus celulares no sea que se distraigan jugando el famoso pac man o enviando mensaje encriptados.

-¡Oye, qué bueno está tu libro!

-¿Oh, sí? Gracias… ¿Por curiosidad, dónde lo obtuviste?

-Leí unas páginas en el baño de la casa de Beth y lo terminé en la mía, pero ya ha desaparecido.

Yo prefiero, ahora, dejarles revistas de esas superfluas, uno de crucigramas y un periódico. ¡Ah! Y una nota que dice: "Las revistas y el periódico son para leer, NO para enseñar a leer".

Estimado lector, si algún día me honra a visitar su casa, le suplico tenga algo qué leer en su baño, cualquier cosa, excepto Notas Rojas o Amarillas.




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