“La poetisa fea, cuando no llega a poeta, no suele ser más que una fea que se hace el amor a sí misma.”
Poetisa – Un extraño caso.
Jorge Gómez Jiménez
La palabra poetisa se ha vuelto polivalente. Las mismas autoras que, además de hacer literatura, participan activamente de la lucha por los derechos de la mujer (largo rodeo porque no quiero usar el término feminismo), no se ponen de acuerdo. Para una mitad, decirles poetisa es ofensivo porque consideran que la palabra las minimiza. Para la otra mitad, lo ofensivo es decirles poeta porque, al parecer, les niega su derecho a tener un sustantivo femenino que las nomine. Una amiga poeta me dijo en una ocasión que detestaba que la llamaran poetisa porque sentía que le estaban diciendo algo como choferesa.
Sobre este extraño caso explican los académicos mexicanos que las confusiones empezaron con Nebrija, en 1492, cuando en su Diccionario dictaminó que poeta debía funcionar igual para chicos y chicas. Pero la forma realmente discriminatoria la empleó Leopoldo Alas, Clarín, en 1881, cuando escribió:
“La poetisa fea, cuando no llega a poeta, no suele ser más que una fea que se hace el amor a sí misma.”
Uso con preferencia la palabra poeta para referirme a ambos sexos. Ya lo usaba así Rosalía de Castro en 1959, según los datos de los mexicanos. Y, en las tertulias, pues simplemente las llamo por su nombre, y caso resuelto.
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