domingo, 29 de agosto de 2010

Leyendo... leyendo



Leyendo... leyendo

Un lector tolerante debe ser aquel que puede, casi siempre, ir más allá de la página cuarenta o setenta de cualquier libro, y seguir leyendo, a pesar de todo, hasta el final. Si se acepta esta definición, podría calificarme, al menos, como lector tolerante. Claro está que un lector tolerante corre el riesgo de no ser un buen lector en términos de la selección de libros que lee y puede ser un traga aventuras y superventas. Un peor riesgo es ser un lector de bodrios y vivir leyendo porquerías. También habrá que tener cuidado con el lector selectivo, que puede posar de tolerante, pero que sólo lo es en razón del prejuicio en el momento de elegir. Por ejemplo, si sólo leo autores clásicos y muy selectos, no será nada de difícil ser tolerante. Tolerar a Chejov, Tolstoi, Balzac, Flaubert, Poe, Melville, sólo llegar hasta Günter Grass, García Márquez, leer cuidadosamente a Fawlkner y no pasar de esos límites nos asegura la tolerancia. Pero otra cosa distinta es ser tolerante con autores difíciles como Joyce y su mamotrético Ulises, o con Borges si se odia la metafísica. Más difícil si leemos a Kundera o Gombrowicz y también a Coetzee o Elfriede Jelinek, e incluso algunas cosas del incomparable Franz Kafka.
Me considero, con todo, un lector tolerante, aunque debo confesar que tengo sobre mi escritorio y también en mi computador portátil el Ulises de James Joyce al que llevo leyendo unos tres años a sorbitos breves. Es una especie de combate que no deseo perder. Entretanto leo otras cosas. De repente cuando quiero evadirme de escribir, paso tres, cinco, diez páginas con Dedalus. Incluso llegué a leer, hasta con cierto interés, entre retazos del Ulises, el Retrato del artista adolescente y concluí que de joven el personaje me es algo más interesante, a pesar de sus muy aburridas clases de religión. Otro pecado, reparado recientemente, fueron Los Premios de Julio Cortázar. Intenté leerlo hace unos veinticinco años y llegué hasta que el Malcom ancla frente a Quilmes. Ahí me desembarqué y el libro envejeció y se ajó hasta que sus páginas, ya amarillas, comenzaron a soltar polvillo y aroma a papel viejo; entonces, quizás más maduro, y por eso más tolerante, comencé a leerlo de nuevo. Esta vez hice todo el frustrado viaje e incluso descubrí que esta fue la primera novela del autor. La escribió como una manera de ponerse a prueba, pues no estaba seguro de ser capaz de escribir una novela. Requiere de tolerancia: La novela aparte de ser un cuento largo, no dice nada.
La gran ola - Kanagawa de HokusaiRecibo de regalo la tercera novela de la trilogía "Historia de una absolución familiar" de Germán Marín. Está compuesta por las novelas, que no he leído, Círculo Vicioso, Las Cien águilas y por la que recibí dedicada por otro aficionado a la literatura: "La ola muerta". Germán Marín (quizás de ahí parte el regalo), es uno de los candidatos al premio nacional de literatura, que este año corresponde otorgar a un narrador (curiosidades del protocolo del premio, que se entrega cada dos años, alternando en cada versión sucesiva un poeto y luego un narrador ). Quien me regala el libro, me escribe en la primera hoja: "... ojalá no tengas este inicio de la trilogía de este otro aficionado". Reconozco el pecado de no haber conocido al autor, quizás por eso de que «Nadie es profeta en su tierra». En el curso de la lectura disolví ese cargo de conciencia, de evitar a los coterráneos, que también me acompañó durante un tiempo con Bolaño, que nunca obtuvo el premio nacional de literatura, quizás por demasiado joven. Marín en "La ola muerta" menciona, varias veces, aunque sin dar nombres dentro de su quehacer, estar editando alguna novela, siempre muy deficiente, de algún chilenito. En nuestro país casi nunca estimamos las profecías ajenas y cultivamos con dedicación el refrán. La discriminación persistente del autor, me absolvió de la culpa de no haberlo leído ni conocido antes.
Me preguntaba, al comenzar esta lectura, que recién termino: ¿Por qué la dedicatoria del regalo lo calificaba como "este otro aficionado"?. Atravesando la lectura fui confirmando la opinión en diversos aspectos. Se supone que el autor es editor. Más aún, es el editor de su propia obra, y más todavía, critica en más de una ocasión la escritura de otros en sus diversos aspectos, pero en su ola muerta no es difícil encontrar fallas de edición, tan básicas como la ortografía. Lo descubro bastante enemigo de las haches iniciales, como en "oradar" una gota la piedra y otras. A mi, personalmente, me molestan como chirrido de pizarrón los dequeísmos en que incurre, erróneamente, con demasiada frecuencia. También resulta extraño que el protagonista del pasado (de su mismo nombre, o más, de su mismo yo) diga en mil novecientos cincuenta y siete: «Ser escritor, qué risa, parecerme, por ejemplo, a Enrique Lafourcade», que en aquel entonces era todavía muy desconocido: ¿Será descuido?.
Fragmento de La gran ola - Kanagawa de Hokusai"La ola muerta" fue una lectura tolerante. Un crítico de poca monta pretendía impugnar como candidata al premio nacional a una conocida autora, quizás la más conocida de los candidatos a nivel universal; porque él nunca había leído más allá de la página cuarenta alguna de sus obras (¡cuánta pretensión! ¿y si la genialidad de la autora comienza en la página cuarenta y uno?). Si fuera ese crítico, no habría superado la página treinta y cinco, y habría retirado la candidatura de Germán Marín. No obstante, no me arrepiento, con todo, y a pesar de pasajes tediosos, que quizás lo van haciendo merecedor del calificativo de "este otro aficionado", de haberla leído completa. La novela, como ya dije, es parte de una trilogía. A la vez está estructurada sobre tres ejes (¡Qué raro! ¿no?. ¿Tendrá alguna cábala el autor con el tres?. Y me pregunto, ¿por qué la gente gusta de las trilogías? ¿por qué no dilogías o pentalogías?). Los tres ejes de la estructura de la novela son: El autor narrador, el protagonista narrador y el editor. Curioso artilugio en la estructura de la novela, que de esta forma más parece casi un artefacto que una obra literaria. Comienzo por aclarar que el editor Venzano Torres no es más que un escondrijo ficticio del autor y protagonista. Es decir los tres ejes de la novela son tres visiones de Marín. Esta sería como una trinidad dentro de la trilogía, constituida por el Autor (padre trino), el Protagonista (su hijo trino) y el Editor que articula el amor infinito entre el Autor y el Protagonista, dando forma de obra literaria al trabajo de los otros dos. ¿Será una reminisencia subconsciente de su educación jesuítica temprana?. No lo sé. Si me quedara sólo con la estructura de la novela, ya tendría que aceptar que hay un desafío más experimental que intelectual o literario, pero que podría justificar su emprendimiento. Si Cortázar escribió "Los premios" como un experimento por ver si era capaz de escribir una novela y fue, incluso, apadrinado por Borges: ¿Por qué habría de negar mérito a este experimento, mucho más osado, cuando menos, e incluso más interesante como tal? Pero voy por partes. El desarrollo de la novela va trenzando las tres miradas que la componen. El lector se va encontrando, en la secuencia de lectura con la historia del protagonista que es interrumpida y comentada en el diario del autor, a la vez que ambas van articulándose en las notas, abundantes, del editor. En la parte del autor, el diario que da cuenta de los acontecimientos que acompañan la creación de la historia del protagonista narrador de pronto, más que referirse a la creación del relato, va devanando el aburrimiento del autor que parece estar varado en Barcelona, más que establecido ahí. De este modo, terminamos asistiendo a dos historias paralelas, separadas por el tiempo: Una que no va a ninguna parte y otra que tampoco; aunque la segunda, la del protagonista narrador parece estar en el borde de punta de la ola muerta, porque a ratos intenta alcanzar algún destino, sin llegar a lograrlo. Como sea la gran masa muerta de la ola, y la fuerza poética de la imagen del título se sostiene por el diario del autor. Da la impresión que Marín es un desarraigado, empujado por la ola del exilio, del que nunca se repone. Quizás, más aun, lo carga con un desapego de la tierra madre que se ve sembrado en la historia del protagonista, que se autoexilia en Buenos Aires, empujado por su insatisfacción existencial; quizás la misma que arrastra hasta Barcelona. A ratos es como si la historia de Marín fuera el preludio de la historia de Marín. Quizás hacia el final de la novela el autor se da cuenta de esto y decide llamar a esta novela "La ola muerta". Sin embargo, leyendo la narración de esa historia, en la segunda instancia de la obra, que es la médula de la novela, da la impresión que el desapego es más fuerte que el desarraigo. El protagonista se va del país sin que lo echen y vuelve sin invitación. Le resulta necesario. El retorno es producto de una segunda huida. En el diario del autor con frecuencia se agrede a personas, hechos y situaciones por el sólo expediente de estar atadas al país del cual el autor huye;Fragmento de La gran ola - Kanagawa de Hokusai una vez huyendo de sí mismo y otra huyendo de las circunstancias, como si su sino fuera siempre huir y no hacerlo es considerado una limitación torpe. Al huir, Marín, siempre se establece en algún limbo. Lo mismo el autor que el narrador protagonista; el primero reconoce ser quince años turista en Barcelona, mientras el segundo se queda contra su proyecto de llegar a Europa, en Buenos Aires. Pareciera que de pronto los lugares lo atraparan. Haciendo analogías entre los polos de esta trinidad, veo al protagonista escapando del padre poderoso, que posee el poder no por ganarlo, sino por la fuerza del abuso: Fue puesto en el sitio patriarcal sin consentimiento del hijo quien es contraparte de dicho poder. Otro tanto sucede con el autor, que escapa del poder de la dictadura, en cuya génesis no participa y es también abusiva. No obstante, no es claro que una situación sea una alegoría de la otra, del mismo modo que no veo claro que el autor utilice la obra como una manera de criticar a la izquierda política que lo empuja a la segunda huida. No me parece una obra sobre política, ni sobre el golpe militar, ni sobre el exilio, aun cuando a ratos el autor, desde su aburrimiento muestre una visión muy diferente a la tradicional de la izquierda, arañando de esa manera el prestigio cultivado por esta, en el exilio y en la imagen de la dictadura y del gobierno de la Unidad Popular de Allende. Pero sus opiniones sólo atañen a su visión personal, en un plano no ideológico. Quienes lo vean de otro modo, creo que yerran, por una cuestión casi costumbrista: Todo chileno exiliado, intelectual o artista, enfoca su acción al plano político. En Marín no es verdad, o bien lo hace muy mal, si es que estoy equivocado.
Junto con la narración de la huida a Buenos Aires y el diario que da cuenta de la construcción de ese relato, hay un tercer eje articulador de estos otros, donde el autor se oculta en el editor Venzano Torres. Al comenzar la lectura llama la atención la insistente introducción de Venzano Torres y los editores. A lo largo de toda la obra, después, el lector se va acostumbrando a los llamados del editor, que va comentando, tanto el diario como el relato, o lo va complementando con supuestas confesiones del autor. Entre estas notas por supuesto hay llamadas aclaratorias de expresiones coloquiales del lunfardo, o de chilenismos y más. Al comienzo parecen sólo eso; pero a poco leer, se puede calibrar con claridad su peso específico como parte de la novela, aun cuando se podrían ignorar. Sin embargo, si así se hiciera, el sabor de la novela sería otro.
"La ola muerta" está editada por Sudamericana y es una novela que vale la pena ser leída por quienes se mueven en el entorno literario. El esquema que plantea el autor tiene el mérito de no ser una jugada audaz por ser distinto. ¡Hay tanto innovador que innova por ser notorio, sin sentido ni razón! En esta novela, la jugada está bien calculada, bien hecha. Los tres ejes de la novela convergen en "La ola muerta", que se va formando lentamente a lo largo del texto. Ya al final, quizás en su apogeo, el autor anuncia que la novela está concluida. Entonces uno busca la última página y recién se da cuenta que hasta el final hay casi veinticinco páginas de notas del editor. También diez más antes del término del texto. Marín concluye la novela por decreto, así: «He resuelto dejar la novela hasta aquí junto con la decisión, asumida hoy, de viajar a Chile próximamente, y tal vez es lo mejor que puedo hacer». Fragmento de La gran ola - Kanagawa de HokusaiEl texto de la obra sigue, aunque ya no es la novela, ¿o si?. Son retazos del diario del autor, al menos. El doce de febrero, en el fragmento doscientos noventa y seis, concluye la obra, quizás con un capricho citado al pasar en alguna parte, que sostiene que envidia a Fawlkner y alguien más, porque no describen, sino que hacen sentir al lector inmerso en lo narrado; entonces adopta un tono poético diferente y a partir de una escena de una película a la que asiste en el cine Céntrico, va abriendo la imagen hacia el río Imperial, al sur de Chile, en el que navega el ferryboat American Boy, descrito en la novela "Círculo vicioso", primera de la trilogía, como una forma de cerrar el círculo con una escena que en la última nota del editor Venzano Torres, explica que simbolizaría el destino común, en la muerte, de todos los personajes que navegan a bordo del barco y formaron parte de las tres novelas de la trilogía. Este último fragmento esta cargado de romanticismo a través de un tono bucólico que logra llevar al lector al cine, con pantalla grande, con escena final majestuosa, con ancho río en el que se aleja el barquito, rumbo a perderse en el horizonte. Se ven en su cubierta los personajes que el autor fue mencionando en la novela, se oye el murmullo de sus diálogos, sin llegar a oírse lo que dicen: Se van.
Kepa Uriberri
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Kepa Uriberri, escritor Chileno.
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