domingo, 3 de julio de 2011

Sueños y pesadillas

“Un idilio no es un lugar feliz, sino una fantasía que niega la realidad, por eso las dictaduras son un idilio...”


 
Sueños y Pesadillas.
Por Rolando Niella


“El totalitarismo es un idilio”, afirmó mitad irónica y mitad dramáticamente el escritor mexicano Carlos Fuentes. El idilio es un género literario en el que no existen los problemas, todo anda a las mil maravillas, las personas son lindas y los campesinos, en lugar de sudar en los campos, se dedican a tocar la flauta y coquetear con pastorcitas de ganado con aspecto y ropa de “top models”.   

Los que tenemos edad y memoria suficiente sabemos que Carlos Fuentes tiene razón. Las dictaduras se presentan a sí mismas como poco menos que el paraíso terrenal y los dictadores como “hombres providenciales”, y al autoritarismo personalista que practican como la “única barrera contra el caos”.   

No hay que ir muy lejos. Como ya dije, los que tenemos la edad y la memoria suficientes recordamos que el Paraguay de la dictadura era “un país divino”, donde las crecientes del río se inclinaban a un lado para inundar solo la ribera argentina, donde los termómetros no podían anunciar más de treinta y seis grados ni llegar a bajo cero.   

Aunque el guaraní casi no se escribe y se lee aún menos, y más del sesenta por ciento de la población es guaraní hablante, en el Paraguay de Stroessner no había analfabetismo. El país vivía en “paz y progreso” aunque “paz, paz, paz” fuera el sonido de las palizas que ligaban los opositores, y cualquier intento de desarrollo industrial fuera sistemáticamente frenado y entorpecido porque “los obreros quieren crear problemas”.   

El “hombre providencial” de turno no es solamente un gobernante, sino la personificación misma del Estado y la reencarnación mejorada de todos los héroes de la patria... Es además el primer futbolista, el primer basquetbolista, el primer tenista, el primer ingeniero y arquitecto, el primer intelectual sin importar que nunca haya acertado con la mano, con el pie o con la raqueta una pelota, que nunca haya sido capaz siquiera de entender un plano o que jamás en la vida haya abierto un libro.   

Un idilio no es un lugar feliz, sino una fantasía que niega la realidad, por eso las dictaduras son un idilio... Todo el que no está dispuesto a aceptar que vive en el mejor de los mundos posible, todo el que no está dispuesto a creer que el dictador de turno es no solo el mejor sino el único gobernante posible, todo el que tiene la osadía de pensar diferente y ver las cosas de otra manera es no ya adversario del gobierno, sino “traidor a la Patria”, “enemigo del Estado”.   

Por desgracia, en nuestro país hemos tenido demasiados “hombres providenciales” y muy pocos estadistas; porque estadista es el que gobierna el presente, pensando en el largo plazo y con el objetivo claro de mejorar y desarrollar el país. Los “hombres providenciales” en cambio viven en un presente eterno donde no se pueden tener objetivos ni pretender mejoras, porque “todo es perfecto” y su único objetivo es permanecer indefinidamente en el poder… Indefinida o eternamente, porque tal parece que se creen inmortales.   

Como tenemos en Paraguay instituciones democráticas débiles, una poderosa tradición autoritaria, un exceso de “hombres providenciales”, una sobredosis de personalismo excluyente, constituye un riesgo excesivo, una apuesta al desastre, aceptar la reforma constitucional que permita la reelección de las personas que llegan a la presidencia del país.   

Esto no es ninguna novedad... Todos los paraguayos lo sabemos, incluyendo los que hoy defienden la reelección... Ellos también lo saben muy bien y por eso eran contrarios a la reelección cuando la presidencia era ocupada por un adversario político.   

Nuestra democracia es de muy mala calidad, nuestras instituciones endebles y corruptas... Pero aun así hasta la peor democracia es mejor que cualquier gobierno autoritario. Las democracias se pueden mejorar: puesto que son imperfectas, son perfectibles. Los gobiernos autoritarios no se pueden mejorar: se consideran a sí mismos perfectos y, en consecuencia, no admiten crítica ni disenso; de manera que no pueden ni evolucionar ni ser corregidos, solamente pueden ser derrocados.   

Nuestra democracia no es precisamente un sueño, pero el autoritarismo es una pesadilla y la reelección, en las condiciones actuales del país, es el camino abierto hacia esa pesadilla.

Fuente: http://www.abc.com.py/nota/suenos-y-pesadillas/


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